La condición femenina manipulada ha vuelto al escenario del auditorio Esperanza Cabrera, después de la temporada de “El eterno femenino”, de Rosario Castellanos, por parte de los recién graduados de la FBA-UAQ en materia de Actuación. Este regreso ha sido con “Escuela de mujeres”, de Molière, presentada por el grupo Barón Negro, con la dirección escénica de Carlos Casas. Del seguimiento de la trama planteada en Francia ha cuatro siglos, es posible derivar una reflexión de vigencia imperecedera acerca del uso del poder; así como de la crianza y la educación; y la ingobernabilidad del enamoramiento y/o la atracción sentimental. En este caso y por parte de Arnulfo con la intención de ejercer posesión exclusiva y de sometimiento de Inés, fundamenta su poder en la solvencia económica que le ha permitido ver, interesadamente, por la crianza de la joven desde su más tierna infancia, y el patrimonio para darle la comodidad y seguridad de un cobijo sin escatima. Esta exclusividad es mezquina y egoísta pues de no contar con su avenencia sumisa y amorosa, Arnulfo, despechado, dispone la consignación conventual de la renuente a sus aspiraciones matrimoniales. Desde y con el poder vemos el uso de la crianza y la educación como medio y recurso para la privación del albedrío, utilizándola para el adoctrinamiento y domesticación. Al mismo tiempo vemos el forzamiento de la fidelidad mediante la procuración y mantenimiento de la ignorancia ensalzándola por inocencia. Sin que la maquinal obediencia se transmute en afección sentimental. Tampoco aparece inducible la naturalidad de la conmiseración y por esta vía se conmueve por el dolor, pena o sufrimiento de Horacio necesitado de asistencia o socorro. La identificación amorosa sucede ajena a la voluntad de los involucrados. Además Arnulfo no omite las posibilidades del amedrentamiento y el soborno en la precariedad para obstruir u obstaculizar el éxito de los jóvenes. Todo lo anterior, momentos y circunstancias cotidianas llevadas a la escena en incontables ocasiones, en infinitos modos y maneras ayer, hoy y muy probablemente mañana, sin faltar el encuentro furtivo amoroso cobijado en la oscuridad nocturna o de la propicia penumbra. Sin embargo Barón Negro atina a asombrar y conmover con una creatividad interpretativa particularmente intensa y rica en un mínimo de recursos escénicos: iluminación con cambios de delicados tonos suaves en una caja blanca construida para permitir la proyección de sombras. También con luz es forjada una severa y austera gran ventana. La apuesta esencialmente visual y plástica es coreográfica y escenográfica con un notable acento en la mima y la intensa gestualidad corporal, recurrida para crear sensaciones y emociones así como para construir puertas, ventanas, encierros, balcones, escalones y persecuciones. Los jóvenes, ingenuo y confiado él, inocente e ilusionada ella, inmaculados visten por supuesto con el color blanco. Su porte y desempeño es airoso y entusiasta; anímicamente imbatibles ante el infortunio y la adversidad. El personaje caracterizado por la maldad y los propósitos díscolos viste en tono oscuro en una moda anticuada, sin galanura en el porte, relamido, tieso, encorvado; emplea un tono amargoso y un gesto compungido e intimidante. El par de criados visten ambos tonos, prevaleciendo uno u otro según sopla el viento y el talante del pretensioso sin alcurnia con aristocracia comprada. Es tal la fuerza, la pertinencia, el tino de la mima y la gestualidad que una apuesta por la ausencia de la voz estaría al borde del éxito y la exquisitez.
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