No hay aviso ni advertencia que valga, la representación y actuación anunciada y presentada al público funciona o no funciona sea investigación o exploración o cualquier estado que la ubique en una situación de trabajo no terminado. Un grupo de, quizá, cuatro o cinco estudiantes de Artes Escénicas de la FBA estrenaron “Para llorar”, de Lupita Pizano, en el auditorio Esperanza Cabrera, el domingo 21 de mayo, a las 17:00 Aunque la autora presentó la obra como una adaptación del minicuento ‘Instrucciones para llorar’, de Julio Cortazar, entre la narración del literato argentino y la dramaturgia de la novel artista queretana no existe semejanza perceptible. En la generalidad del texto señalado como inspiracional no está establecido que las lágrimas deban de ser particularmente femeninas, tampoco que su motivación ha de ser romántico-amorosa, menos de cierta identificación con un estrato o status social. Apenas a manera de excepción están apuntados los niños, sin que el género parezca relevante. Entra además el cronopio en descripciones físicas y fisiológicas que si no están omitidas en la actuación, es posible verlas incluso contrariadas o acaso imitadas fársicamente, y ciertamente con ánimo irónico. Una etiqueta reduccionista de “Para llorar” sería: la artificialidad inducida mediáticamente en las jóvenes. Obviamente se trata de chicas con posibilidades de intensa exposición ante una pantalla electrónica o cibernética. La protagonista, de quien no conocimos nombre, quizá para acentuar su universalidad, ve un único camino de validación existencial: tener una relación, algo así como la acumulación de ‘likes’ o ‘selfies’. Mientras más deja de ser ella misma, adoptando una apariencia validada por la adopción generalizada, prospera en su capacidad para entablar relaciones. La superficialidad de éstas estaría apuntada metafóricamente en su incapacidad para llorar, o sea, experimentar emociones sinceras. En el colmo de la banalidad echa mano de un recetario para encontrar la fórmula del llanto. Algo contribuye en su consecución la caída en cuenta de tal artificialidad, siendo el descubrimiento material y literal de su rostro, con el retiro de los anteojos, la insinuación metafórica de este hallazgo. Por fin es ella misma, con toda la imperfección de su elemental capacidad ejecutante, y ahí permanece indefinidamente acompañada por ella misma rodeada de un rasgueo atónico. Después presenciamos otros videotrozos que seguramente han de corresponder a la investigación aludida por Pizano, también directora escénica de “Para llorar”. Ya que están experimentando ¿qué tal con un protagónico masculino? Me parece que todos conocemos el dolor físico y/o emocional, de cualquier manera he aquí las “Instrucciones para llorar”, de Julio Cortazar: “Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente. Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos."
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