El centro frontal de un desnudo femenino me sugería una llamada de atención publicitaria lo suficientemente escandalosa para no prestarle atención, sin que el título del trabajo le fuera a la saga: “Un café después del sexo”. Es decir, se trataría la explotación del morbo. Ni siquiera alcazaba a definir qué clase de montaje se trataba, pues prefiero no distraer mi tiempo de los propiamente teatrales y de danza contemporánea producidos por artistas establecidos en Querétaro. La belleza del vientre plano y las caderas curveadas me detenían en la mera contemplación. Me detuve en el mostrador que en el Museo de la Ciudad hace las veces de taquilla, interesado por una puesta en escena que finalmente me decepcionó por la insipiencia de los talleristas y más aún del guión por parte de su maestra. Me parece que hay ejercicios escénicos propios para la iniciación. En el ínterin de la espera me abordó la propietaria y creadora del otro espectáculo. Tal fue su exposición que quedé comprometido para conocerlo. El primer intento se frustró pues me atuve a la información de la revista Asomarte que no fue exacta: llegué dos horas temprano. El segundo no fue más afortunado, pues a la hora anunciada nadie se presentó. Establecida la cancelación, cada cinco minutos, dentro de los quince siguientes, fueron llegando, de dos en dos y de tres en tres, posibles espectadores a quienes Gabriela V. Pérez Lomelí invitó a la función dominical con un motivacional descuento. Mi entusiasmo, que no había siquiera nacido, se adentró en el desánimo y en el estado de alerta para pretextar cualquier cosa a fin de dar las gracias y retirarme: el espectáculo infantil, de la misma productora, que incluía a Estefanía Méndez en el reparto, sufrió cambios debido a la ausencia de la única actriz esperada por mí. No obstante los esfuerzos individuales de brujas y animalitos la improvisación se desbordó a borbotones. Nuevamente me entretuve platicando con la productora, promotora, dramaturga y directora de “Un café después del sexo” hasta la primera llamada. Como me lo había anunciado y presumido Pérez Lomelí, el teatrino del Patio Morisco nuevamente estuvo lleno. Distinguí dos adultos con canas, ambos hombres y solos. Uno de ellos ocupó la primera silla de la ídem fila. Desde ahí se retiró en cuanto empezaron los arrumacos carnales: los consabidos meneos a manera de momento hípico y gemidos correspondientes, además de la espalda descubierta de ella, habiéndose despojado previamente, en esa posición, de su brassière. Iluminación con intensa luz roja para mayor encubrimiento de la escena. Entre los demás espectadores prevalecieron los jóvenes todos en pares, incluso una pareja que me pareció integrada por madre e hija poco más que adolescente. Si bien el título de la obra no traiciona la trama, ésta va más allá de cuanto éste podría abarcar o anticipar. Cuatro jóvenes, dos mujeres y dos hombres, que juegan y experimentan a conocer el amor, el romanticismo, el encuentro íntimo con el sexo contrario, el enamorarse; probar y conocer sus capacidades de atracción, para comprometerse, y sostener y prolongar el compromiso. Ilusiones, desengaños, chanzas, abandonos y rechazos. La cohabitación temporal o inesperadamente prolongada más allá de lo previsto, o engañosamente así planeada. Prevalece la inestabilidad y la imprevisibilidad económica y ocupacional. Se come cuando hay, se brinda cuando no. Se machaca el presente sin más certeza del futuro que una esperanza de llamado. Es decir, un tema reiterado con diversos tratamientos, incluso desde el monólogo, con diferentes cargas de humor, lamento, ira, reproche, ánimo de superación, incitación a la lucha. La singularidad de “Un café después del sexo” está en la ‘vuelta de tuerca’ del final: mucho del acontecimiento escénico, de la vida presenciada en el foro, ha sido una maquinación de uno de los personajes para concretar su amor lésbico… y ser correspondida. El desarrollo de la representación corre con un adecuado ritmo y agilidad, aun introduciendo parlamentos con poemas por ejemplo de Mario Beneditti y Julio Cortázar. Las actuaciones son muy convincentes y proyectan suficiente verosimilitud sin perder la conciencia de estar ante una comedia. Cuando toma uno partido por un personaje y/o identificación con determinado planteamiento, los niveles del guion y la actuación han alcanzado seguramente un punto de plausibilidad. Bien valdrá la pena estar pendiente y al tanto del desempeño del Colectivo Artístico Escénica Queretana La Llave Fusión Mezcalina Pura (¡Uufff!), fiándose con cautela de la información publicada en la revista “asomarte”.
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