No es raro en lo que va del presente siglo que los contenidos televisivos inspiren la temática llevada a los escenarios teatrales. Más aún, que las formas segmentadas y descontextualizadas, en favor del efectismo y la superficialidad que conocemos a través de una pantalla, influyan hasta inconscientemente, en el quehacer escénico vivo.
En el absurdo de la vacuidad, hay producciones televisivas que han pasado a ser parodias, quizá involuntarias, de la televisión. Es decir, hay transmisiones que no saben que son parodias del propio medio. Las luchas, aún las gringas, alcanzan más verosimilitud que Laura Bozo. El asombro mayor está en el éxito estupidizante de esta transmisión, tan solo por el nivel de audiencia y de participación. Tema aparte es el de su repercusión que, en una de sus facetas, ya tiene un nivel de representatividad de ‘lo mexicano’ de manera similar al reconocimiento de ‘la marca España’ muy bien iniciada a partir de la Feria Mundial de Sevilla y los Juegos Olímpicos en Barcelona.
Esta representación podría asemejarse a otra de los forcados en los carteles taurinos: saltan a la arena a lidiar a cuerpo limpio ignorando mucho, o todo, de las intenciones y tendencias del bicho. Aquí los actores, dentro de un guion general, un poco anunciado con el título de la función, salen a conducirse dentro de las respuestas que los espectadores hayan anotado en unos papelitos que les fueron entregados al momento de acudir a la taquilla.
La médula de la estructura la constituyen el conductor ‘televisivo’ y la ‘espontánea participante’ señalada estratégicamente por el azar. En la función presenciada el miércoles 5 de febrero estos personajes los representaron Fernando Jiménez y Coral Echeverría, a quienes los parodiados mucho deberían reconocer y aplaudir. El sketch fonomímico me pareció el más meritorio por requerir la coordinación improvisada de cuatro actores.
Si un dramaturgo se ha prestigiado con el amor, sin lugar a dudas William Shakespeare ocupa el lugar de privilegio, sobre todo con la creación de la pareja icónica del amor núbil: Romeo y Julieta, al grado de operar a contario sensum. ¿Qué Romeo o qué Julieta no ha sido remitido en algún momento de su vida a esos amantes ideales? A continuación vendrían, en una preferencia personal, la Desdémona amante del estúpido manipulado Otelo, y la Ofelia desatendida por el príncipe Hamlet enredado en truculencias vengativas. Pues estos y otros personajes del dramaturgo isabelino son repasados en El viaje del bardo, que es la segunda adaptación y puesta en escena de Manuel Gómez Becerril sobre la dramaturgia de Laura Ferrari y Rubén Pires: Los sueños de Shakespeare.
La primera adaptación la tituló Shakespeare in time, e hizo dos montajes. Si hubiera hecho un tercero combinando el manejo espacial del primero con la dirección actoral del segundo habría estado casi sensacional, pues desafortunadamente la Lady Macbeth de Julieta Márquez habría quedado fuera. Por El viaje del bardo en La Caverna de la Casa de la Cultura ‘Dr. Ignacio Mena Rosales’ pasan el autor inglés y su esposa Anne Hathaway, sus personajes Macbeth y su Lady, Ricardo III, además de los mencionados en el párrafo precedente en momentos culminantes de su existencia dramatúrgica encarnados por Rodrigo Canchola y Berenice Acosta muy convincentemente, incluso con cierta contemporaneidad.
Quizá vendría bien que los personajes masculinos compartieran menos su manejo corporal, particularmente el de las manos, con el de su creador. No me queda claro cuál es la especialidad médica de la narradora ¿psicología?, ni si todas sus intervenciones han de estar respaldadas o justificadas por ésta.
En una estructura tubular con un segundo nivel, Carlos Casas, Rodrigo Núñez y Guillermo Gutiérrez se acercan a la recreación del mito de Prometeo en su empeño de darle el fuego al hombre en la Tierra. La carencia de este recurso permite su explotación mediante el trabajo en calidad de piezas de una gran máquina. El descubrimiento de ese elemento que hace posible su sojuzgamiento, y su posterior apoderamiento daría lugar a la inversión de los papeles, en cambio, en esta representación, el hombre decide poner fin a la explotación: nadie por encima de nadie para sacar ventaja.
Todo este ‘teatro físico’ sin la pronunciación de una sola palabra, apenas dos alaridos por parte del semidios. La espectacularidad en el uso del fuego es uno de los atractivos en la segunda, acaso tercera, producción de la joven agrupación de bien fogueados jóvenes teatreros formados en la Facultad de Bellas Artes.
“San Valentímpro” / El Circo, Espacio Circense Cultural. Pasteur 32 sur, entre Independencia y Reforma, Centro Histórico de Querétaro / miércoles de febrero / 20:00 horas / Todo público |
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