Sensacional y asombrante fue la Temporada de Graduación del Colegio Nacional de Danza Contemporánea los días 9, 10 y 11 de julio de 2004, en el Teatro del Seguro Social. Después del intermedio la primera coreografía firmada por Bárbara Alvarado Marín nos dejó gratamente impresionados: “Alicias expulsadas al país de las fantasías”. Los estudiantes-bailarines que ya habían debutado como intérpretes no sin llamar la atención, ahí despegaron o empezaron a forjar su notoriedad individual. En aquel brillante elenco de doce bailarines figuró Tzitzitlini Hidalgo Zapata, al lado de, por ejemplo: Carlos Campillo, Claudia Izquierdo, Geovanni Pérez, Enrique Pérez-Cancio, Mario Tecla y Flor Tinoco. Después la aprecié bailando en sendas coreografías de las compañías Ciudad Interior, de Alejandro Chávez y Las Pléyades, de Luis Arreguín.
Con estos antecedentes el sábado 4 de julio me asomé en el Centro Cultural La Vía, o sea, sin más norte y razón que el nombre de la bailarina egresada de la UAQ-FBA. De manera imprevista coincidí con la fecha de cierre de la temporada de estreno. También fue jubilosa y brillante la sorpresa que recibí con “Mendiani”, una idea escénica y coreografía de Karina Aguilar Pérez, presentada por SORO como un espectáculo de danza y percusión. En el correspondiente programa la danza y la percusión, por su creatividad poética y calidad artística, podrían constituir sendos programas. Mucho contribuye a la alegría y a la vistosidad de la presentación de “Mendiani” el diseño del vestuario, particularmente por su colorido, también con crédito para la coreógrafa. Este diseño tiene también la cualidad de darnos una espacialidad y una geografía específicas. El arreglo del cabello, de las uñas y accesorios como los aretes son muy congruentes con esta intencionalidad.
Este lucimiento y vivacidad empieza desde la ilustración y el grafismo del cartel promocional, cuyos elementos principales están replicados en el programa de mano. Hay una marcada sugerencia de no academicismo, de insipiencia, de inocencia atenida a la intuición apenas influida por la observación de la naturaleza. Tan solo la manufactura, la impresión del programa de mano en tamaño carta con doblez al centro, con selección de color ya es sobresaliente en esta presentación de SORO, pues cada vez es más frecuente la ausencia de este servicio de ilustración e información al espectador. Ciertamente la precariedad acosa y los recursos escasean. Me pareció una solución intermedia cuando vi en otro espectáculo los programas de mano dispuestos en una mesa, a unos metros del paso de entrada. Quien recogía los boletos la señalaba al público, dejando a su albedrío tomar uno. La administración de la exigüidad parece atinada.
Esta soltura intuitiva, sin sujeciones, también es transmitida desde el escenario mediante la danza y la percusión. Sin embargo es de suponerse mucha preparación formativa para el análisis y la expresión mediante el movimiento, tanto del cuerpo como en el escenario. Además en compañía y sincronía con la percusión musical. No es cuestión de salir a zangolotearse cual desarticulado, casi descoyuntado, llevado por la excitación de una creciente sonoridad, tanto en su volumen como en su velocidad.
El desarrollo del programa de “Mendiani” corre en una cadencia de simas y cimas con la feminidad, más que la mujer, como protagonista de la poesía y la admiración que inspira, ‘cuerpos como sonidos visibles’, tomando una expresión del poeta Homero Aridjis dirigiéndose a ‘unas mariposas ligeras como la brisa’, citado en el programa de mano donde la perla textual mayor es una cumbre que merece la perennidad de Popocatepetl e Iztacihuatl: “Te miré desde un rosal / Con esos ojos tan bellos / Que no merecen llorar / Si no que lloren por ellos.” Un par de jaranas y las voces de Nancy Ramírez Ramírez y Arleth Cabrera Rangel nos mantienen en la espera del ‘momento de remolinear’ (De arrebato, de vértigo.)
Una gratísima sorpresa encontrar conjuntados en “Mendiani” los talentos de Karina Aguilar Pérez, José Luis Nieves Rivera, en la dirección musical, y el Grupo SORO en los arreglos musicales, con la influencia de ‘grandes maestros africanos’.
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