El talento, la moda, las letras comprensibles, la apariencia física, la innovación y las habilidades para bailar parecen ser factores importantes para que un tema musical llegue a lo más alto de las listas. Sin embargo, no está claro cuál de estos factores es el más determinante.
A veces parece que la diferencia entre una banda que tiene éxito y otra que fracasa es muy sutil. ¿Y si Madonna o los Rolling Stones existieran en un universo alternativo donde se hicieran algunos ajustes pequeños en el arte y la cultura? ¿Habrían logrado el mismo éxito?
El universo del azar
Para averiguar la respuesta, Matthew Salganik, Peter Dodds y Duncan Watts llevaron a cabo un experimento en 2006 para elaborar una serie de mundos diferentes o escenarios digitales en los que había un reproductor de música en línea, similar a Spotify, llamado Music Lab.
Un total de 14,341 aficionados a la música fueron invitados a escuchar canciones y clasificarlas según sus gustos. Todos los visitantes fueron dirigidos a ocho sitios web paralelos, cada uno de los cuales tenía el mismo conjunto de 48 canciones interpretadas por artistas famosos.
De la misma manera que ocurre en Spotify u otras plataformas sociales, Music Lab permitía a los usuarios ver qué música escuchaban los demás usuarios, ya que junto a cada canción había una cifra que indicaba el número de descargas.
Todas las plataformas eran exactamente iguales, con las mismas canciones y las mismas funciones. Lo único que cambiaba era la gente que se unía a cada una de ellas. Hubo un escenario ligeramente diferente en el que algunos usuarios no podían ver el número de descargas y, por lo tanto, desconocían el éxito de una canción en particular.
Algunas canciones triunfaron en todas las etapas mientras que otras fracasaron. En otras palabras, parecía haber virtudes intrínsecas en la música en sí misma que llevaban a su éxito. Algunas canciones resultaron populares por pura casualidad, al igual que otras fracasaron por la misma razón.
En los escenarios donde se podía verificar el éxito de una canción a nivel social, había más casos en los que la popularidad se generaba por sí misma.
Como explica Hannah Fry en su libro Hello World: «La popularidad percibida se convirtió en una verdadera popularidad, de modo que el éxito final fue simplemente la aleatoriedad magnificada con el tiempo. Hubo una razón para estos resultados. Es un fenómeno conocido por los psicólogos como prueba social. Siempre que no tenemos suficiente información para tomar decisiones por nosotros mismos, tenemos la costumbre de copiar el comportamiento de quienes nos rodean».
Esta tendencia se produce en cualquier idea o característica cultural y no solo en la música, sino también en el cine, el teatro o la literatura. Por eso se contrata a personas para que aplaudan en las representaciones teatrales o se paga dinero para aparecer en la lista de los libros más vendidos. «Utilizamos la popularidad como un proxy de calidad en todas las formas de entretenimiento», señala Fry.