Uno de los retos principales de adaptar productos literarios a la pantalla grande, es la dificultad de recrear fielmente las ideas del autor. Para “Cincuenta Sombras de Grey” (“Fifty Shades of Grey”) esto resultó ser un arma de doble filo. La directora Sam Taylor-Johnson capta la esencia de los personajes principales, interpretados por Dakota Johnson (quien realiza numerosos desnudos) y Jamie Dornan, y la relación ambivalente que tienen, pero transforma la saturación de descripciones sexuales del libro en un erotismo suave que genera provocación, mas no obscenidad.
La historia gira en torno a Anastasia Steele, una estudiante de Literatura de 22 años que ayuda a su mejor amiga al entrevistar a uno de los más ricos y prometedores empresarios del momento. Es así como conoce al magnate Christian Grey, un joven frío y calculador. Durante su corta pero intensa entrevista, Grey queda impactado porlapeculiar personalidad de Anastasia, lo que desencadena una serie de encuentros cuasi románticos que lo orillan a revelar su lado más oscuro: su fascinación por la dominación sexual.
“Cincuenta Sombras de Grey” surgió en 2009 como un fanfiction de “Crepúsculo” (“Twilight”), lo cual es visualmente evidente en los primeros 30 minutos de la cinta. Dakota Johnson logra proyectar con avidez los sentimientos e inquietudes de Ana hacia Grey, pero su personalidad tiene ciertos rasgos distintivos de Bella Swan, como su inocencia y poca afectividad hacia las personas, aunado al constante mordisqueo de labios. De igual modo, Christian Grey tiene indicios de parecido con Edward Cullen, como la frialdad en su mirada y sensualidad nata.
Conforme la narración avanza, vemos que los protagonistas tienen más que dar para hacer únicas las historias de estos personajes. La firma de un contrato de sumisión-dominación entre ellos es punto clave del que parte Grey para unir su camino al de Ana, pero ella está renuente por lo complejo y nuevo de la situación.
Las actuaciones son bien llevadas, pero lo que la crítica señala (y con toda justificación) es que la cinta se vendió como “altamente sexual”, lo cual no se plasma en la pantalla, ya que el libro es mucho más explícito. No obstante, la forma en la que están tratadas las escenas es correcta, pues es sutil pero excitante. Es una historia erótica, no pornográfica.
Por otro lado, la música sigue perfectamente el sentimiento de las escenas, que va de lo seductor hasta lo romántico y alegre. Este es uno de los puntos más distintivos de la cinta, que cuenta con una versión más lenta de la canción “Crazy In Love” de Beyoncé, interpretada junto a su esposo Jay-Z.
El guión, que corrió a manos de Kelly Marcel, es preciso. Originalmente, el libro se narra primera persona por Anastasia, y tiene largos monólogos internos detallados. Al eliminarlo se encontró una manera de agilizar la narración. El sarcasmo y sátira en los comentarios de Grey y Steele logran sacar algunas risas, pero conserva fielmente la idea de un drama romántico como eje central. A final de cuentas, parce ser un nuevo cuento de hadas pero para mayores de edad.
Lamentablemente, la cinta no parece tener un cierre concreto. Es como ver un “Sí. Mejor no. Convénceme. Mejor sí. No ya no” a lo largo de toda la historia, lo cual resta impacto al desenlace y vuelve al filme redundante.
Sólo queda clara una cosa, el fenómeno “Grey” sigue y seguirá elevando polémicas gracias a la revolución en las prácticas eróticas que generó, el récord de preventa de boletos que logró y el aumento de las ventas de juguetes sexuales registrado después de su publicación, así como el de lencería y batas de seda.
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